Los carreteros de Gredos celebran la Trashumancia en Madrid
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“Ya se van los pastores a la Extremadura,
ya se queda la sierra triste y oscura…”.
Así empieza una canción popular que versa sobre la trashumancia de invierno. Llegan los fríos y el hielo cubre los ya escasos pastos serranos. Gredos hace honor al origen de su nombre, Greda (que significa blanca) y las cumbres se adivinan ya bajo el manto blanco.
Las noches son heladoras y largas, el menú de las vacas “buffet” frío. Los animales “en vez de hacer, deshacen”, es decir, pierden peso y lo pasan mal. Es hora de marcharse. Vaqueros y ganado inician un año más la vuelta a Extremadura en busca de nuevos pastos y temperaturas más amables. Es la Trashumancia de invierno, una práctica milenaria que solo unos pocos siguen haciendo a pie y a caballo, un espectáculo que aún es posible ver en Gredos.
Por San Miguel, a finales de Septiembre, se empiezan a arrendar las fincas extremeñas y con los primeros fríos del otoño el movimiento de vacas no cesa en la sierra. Elegir el momento más propicio para marcharse es importante para los animales y el bolsillo de los ganaderos. Los últimos días del otoño las mueven de un sitio a otro: para hacer los saneamientos, apurar los pastos y agruparlas. Son días de trasiego para animales y vaqueros.
Hace siglos para saber cuando había llegado el momento de marcharse los ganaderos trashumantes se fijaban en el cielo nocturno. Hay un refrán que dice: “Cuando veas las cabretas a la hora de la cena vete pastor a tierra ajena”. Las llamadas cabretas, cabrillas o Siete Hermanas son algunos de los nombres que se da a las Pléyades, el cúmulo abierto que estos días se puede ver alto en el cielo a la hora de la cena.
Una vez juntas, unos, la mayoría, las cargan en camiones en los embarcaderos, y otros forman piaras para moverlas, a ratos a pie y a ratos caballo, por el cordel de ganado. Los que hacen la Trashumancia al modo tradicional inician así un largo camino, alrededor de 300 kilómetros en unos 15 o 20 días de media, que les llevará a las cálidas fincas extremeñas o toledanas cuando se empiezan a preparar los turrones navideños.
“Salimos el día 3 de diciembre desde Navarenas y estaremos en la finca antes de la Noche Buena” explica Diego Torres, ganadero de 40 años de Navarredonda de Gredos, Ávila, que junto a otros 4 vaqueros mueve unas 500 vacas desde Gredos hasta Aljucén, en Mérida. Diego considera que “la Trashumancia de invierno es más dura por el clima, además es más lenta porque llevamos más ganado, terneros pequeños, y hay que ir más despacio. Los días son más cortos y casi no se puede parar porque anochece pronto”,
“Recorremos casi 300 kilómetros, durmiendo en el campo, en sacos de dormir, dentro de una especie de Jaima y aunque hace algo de frío nada que ver con el frío serrano”, asegura Diego, que es de los pocos que sigue haciendo la trashumancia, a pie y a caballo, como hace siglos.
A pesar de hacerse como toda la vida poco o nada tienen que ver los medios (vehículos de apoyo, móviles, sacos de dormir, etc..) con los que los trashumantes cuentan ahora. Tampoco es lo mismo para las familias. Antes las mujeres se quedaban solas en los pueblos durante esos meses a cargo de hijos, abuelos, ganado doméstico etc., y sólo sabían de sus familiares si éstos tenían que dar algún recado de importancia.
Los Torres puede hacerlo al modo tradicional porque son varios vaqueros en la familia ya que encontrar y pagar jornales a vaqueros expertos es difícil y no sale a cuenta. La falta de mano de obra con experiencia y las exigencias sanitarias de la Administración Pública para los desplazamientos del ganado aumenta las dificultades.
“Juntarse varios ganaderos para mover grandes piaras, como se hacía antes, sería lo suyo, pero ahora no es fácil. Dependemos de las fechas de saneamientos; desde que se sanea hasta que te hacen la guía para irte tienes un mes para mover las vacas y es difícil coincidir”, explica Cesar Hernández González, ganadero de 45 años de San Martín de La Vega del Alberche.
Cesar Hernández, ha movido este año más de 120 vacas, y aunque ha hecho la Trashumancia al uso durante 14 años, éste ha optado por moverlas en camión hasta una finca en Parrillas, Toledo. “Llevar 35 vacas y 15 becerros de aquí a Trujillo en camión te puede costar unos 600 euros, mover 100 vacas unos 1800 euros de media”, asegura Cesar, quien recuerda con nostalgia la ausencia de Flores (murió en 2018) y Agueda, un matrimonio peculiar que regentaba una especie de fonda en la zona conocida como Los Bodegones, parada obligada y especial para los trashumantes serranos.
Este año la subida en el precio de los arriendos de las fincas y la mayor competencia por los pastos de invierno complica aún más las cosas. “Hay que ir a ver las fincas con tiempo, asegurarse de los cerramientos y de que tienen agua, encontrar una que sirva para la cantidad de vacas que uno tenga. No es fácil encontrar una grande a buen precio, este año están más caras: alquilar una finca para 100 vacas de diciembre a Junio puede rondar los 25.000 euros”, explica Cesar.
A pesar del esquilmo de hierbas (los abusos de los ganaderos que pastan todo el año en vías pecuarias) las tempranas lluvias de este año en Extremadura auguran buenos pastos.
Cesar Hernández cree que es necesario seguir haciendo la Trashumancia: “Algunos años hay poca comida porque ha llovido tarde, y hay que llevar paja para alimentar el ganado; pero es mejor llevarse las vacas, tengo miedo por los lobos”, lamenta Cesar.
Con él coincide José Andrés Torres, ganadero de Navarredonda: “Cuando llega la fecha hay que irse, no hay más remedio. En Extremadura aún comiendo menos, las vacas están mejor, y aquí ya ves cómo está el campo”, explica José Andrés.
Otro obstáculo al que se enfrentan los ganaderos trashumantes es el mal estado de las infraestructuras, como descansaderos y abrevaderos, así como las numerosas construcciones ilegales en algunos tramos del cordel. Precisamente para proteger las cañadas, cordeles y veredas y reivindicarlas como bienes de dominio público y patrimonio mundial se aprobó en 1994 la Ley de Vías Pecuarias, aprobación que se celebra en otoño en Madrid en la Fiesta de la Trashumancia, a la que acuden cada año los carreteros serranos. Este año ha sido imposible celebrarla por el Coronavirus.
Las vacas se van un año más. Andando o en camión. La sierra de Gredos se queda un año más “triste y callada”, como dice la canción, a la espera de que la próxima primavera vuelvan sus vacas por el puerto del Pico. Pero es otra historia, si quieres saber de ella pincha aquí.
Si quieres conocer algunas historias antiguas de ganaderos trashumantes puedes leer el libro ” Cordel. Historias de Trashumancia” de Alfredo González Tejado.
Ya se van los pastores
Ya se van los pastores
a la Extremadura
Ya se queda la sierra triste y oscura
Ya se van los pastores,
ya se van marchando;
más de cuatro zagalas
quedan llorando.
Ya se van los pastores
hacia la majada;
ya se queda la sierra
triste y callada.
Lucerito que alumbras
a los vaqueros,
dale luz a mi amante,
que es uno de ellos.
Lucerito que alumbras
a los pastores,
dale luz a la prenda
de mis amores.
Si quieres leer más sobre Trashumancia puedes ojear los siguientes libros: Cordel, Historias de Trashumancia, de Alfredo González Tejado y Cordel. Trashumancia viva, de Pedro Muñumer.
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Eva Veneros Hernández de la Torre.
Barajas. Navarredonda de Gredos,
Casa del Altozano. Base de Polaris