Guillermo Rojo, un velocista estelar en Gredos
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El título puede parecer un arrebato de egocentrismo pero es solo un resumen de este artículo que intenta narrar esas primeras misiones espaciales tripuladas de forma paralela a algunos momentos de mi vida porque, como muchos de los que pasáis de los 50, crecí con ellas, de hecho, mis primeros pasos coincidieron con el histórico paso de Armstrong sobre la superficie de la Luna.
Nací en 1968, al calor del verano y sin embargo en plena Guerra Fría. De pequeña estaba convencida que en un futuro no muy lejano viajar en naves espaciales sería algo habitual y pasear por la Luna como ir a comprar el pan. No es raro teniendo en cuenta la imaginación de los niños y que en la década de los 60 la carrera espacial parecía haber despegado a la velocidad de la luz. Y aunque un agorero Miguel Ríos vaticinaba en los ochenta en su canción “Año 2000” que en este milenio no habría vida en el planeta yo nunca perdí la esperanza en los vuelos espaciales.
En realidad, todo había empezado mucho antes de que yo soltara el primer llanto que me convertía en un habitante más del planeta Tierra. Los primeros viajeros del espacio no fueron los héroes soviéticos ni estadounidenses en los que todo el mundo piensa, sino…¡moscas, monos, arañas y perros…!
Los primeros animales enviados a borde de una nave espacial fueron moscas del vinagre, en 1947, que volvieron en plena forma. Diez años después le tocó el turno a Laika (1957), una perra callejera soviética, que murió a las pocas horas del vuelo a causa del calor y el estrés, historia que durante décadas encogió el corazón a muchos niños, entre los que me incluyo.
A pesar de su alianza durante la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la URSS comenzaron los 50 observándose con recelo y disputándose el dominio del mundo. Era el comienzo de la “guerra fría” y uno de sus frentes estaba muy lejos, a millones de kilómetros, en el Espacio. Para demostrar su superioridad tecnológica ambos países comenzaron a construir enormes arsenales nucleares y cohetes para lanzar satélites artificiales capaces de alcanzar objetivos en todo el mundo. Empezaba así una particular partida de ajedrez con el Espacio como tablero en la que estaba en juego quién marcaría los tiempos en la agenda geopolítica internacional.
Al presidente norteamericano Eisenhower, y al mundo entero, le pilló con el paso cambiado aquel 4 de octubre de 1957. Los rusos se adelantaron lanzando el primer satélite terrestre, el Sputnik, que en ruso significa “compañero de viaje”, generando un golpe de efecto sobre el dominio ruso del Espacio que los americanos no se podían permitir. Por eso, un año después, en el 58, crearon la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA) y lanzaron el Proyecto Mercury con el reto de poner a un estadounidense en órbita alrededor de la Tierra para demostrar su supremacía.
Pero una vez más se les adelantaron. La carrerilla cogida por los rusos no acabó con el Sputnik y pocos años después, el 12 de abril de 1961, un ruso imperturbable de solo 27 años llamado Yuri Gagarin dijo ¡Poyekhali! (¡Adelante! en ruso) , mientras el cohete que despegaba desde el cosmódromo de Baikonur le convertía en el primer ser humano en orbitar nuestro planeta.
Su hazaña eclipsó el vuelo suborbital que realizó un mes después el norteamericano Alan Sephard, en el Freedom, que, pese a ser un vuelo a mucha menos altura, es técnicamente considerado primer vuelo espacial completo porque fue el primer astronauta en retornar a la Tierra a bordo de su nave, mientras que Gagarin la abandonó en paracaídas antes del aterrizaje.
Pero esos matices no eran apreciados por el gran público y en este punto Estados Unidos decidió poner toda la carne en el asador. Su presidente John F. Kennedy convirtió en prioridad nacional la carrera espacial y lanzó el reto de poner a un estadounidense en la Luna para el final de la década. “…No será un solo hombre el que vaya a la Luna, será toda una nación”, aseguró Kennedy ante el congreso norteamericano”.
Pero claro, para eso había mucho trabajo por delante y los años siguientes se invirtieron miles de millones para financiar una actividad científica y tecnológica frenética en ambos países en su pugna por adelantarse al rival. Los rusos tomaron la delantera y el cosmonauta Valery Bykovsky batió el que sigue siendo récord de vuelo espacial en solitario más largo, con cuatro días y 23 horas en el Espacio, pulverizando los hitos de John Glenn, primer estadounidense en orbitar la Tierra, en el 62, y Gordon Cooper que en el 63 completó un vuelo de 22 órbitas en 34 horas.
Para colmo los rusos marcaron ese mismo año otro hito convirtiéndose en los primeros en enviar una mujer al espacio, Valentina Tereshkova. Pero luego las tornas cambiaron y aunque en marzo de 1965, el cosmonauta Alexei Leonov fue la primera persona en salir de una nave espacial en órbita y caminar durante 12 minutos, su marca fue superada diez semanas después por el estadounidense Ed White que pasó 23 minutos flotando en el Espacio. La carrera espacial era así, a contra reloj, días, semanas e incluso horas marcaban el triunfo o el fracaso.
Poco después, en 1965, su compatriota, el astronauta James McDivitt, logro dar la vuelta a la Tierra, en la cápsula Gemini 4, a 27 000 kilómetros por hora, marcando el comienzo de la delantera de los norteamericanos en la carrera espacial. El despegue hacia la Luna estaba en marcha. La NASA ya había empezado a desarrollar la nave espacial para el programa Apolo, que en total incluye 22 misiones entre 1961 y 1975 aunque solo 15 de ellas fueron tripuladas.
Las llamadas Apolo propiamente dichas fueron 17 y su comienzo (Apolo 1) fue trágico pues concluyó con la muerte, en 1967, de dos astronautas, Roger Chaffe y Ed White, en un incendio en la plataforma de lanzamiento. En las siguientes (de la 2 a la 6) se probaron los sistemas de vuelo en varios lanzamientos automáticos. Después hubo dos pruebas tripuladas en órbita terrestre, (Apolo 7 y 9) y dos misiones sin alunizaje, solo orbitando a la Luna (Apolo 8 y 10) .
Cuando yo aún no tenía un mes, el 11 de octubre del 68, tres personas, Donn Eisele, Wally Schirra y Walter Cunningham viajaron a bordo del Apolo 7. Hicieron numerosas prácticas de acoplamiento y emitieron por primera vez en directo para la televisión desde el interior de la nave espacial el llamado “Show de Wally, Walt y Donn”. A pesar de un resfriado de todos los astronautas que provocó entre ellos la llamada “primera guerra espacial” la misión acabó exitosamente.
Los tres tripulantes del Apolo 8 también compartieron la experiencia con el público, (unos mil millones de personas) leyendo en Nochebuena por la radio las primeras palabras del Génesis. Frank Borman, William Anders y James Lovell, fueron los primeros en ver la cara oculta de la luna y cómo la Tierra se elevaba sobre el horizonte lunar.
Después, en Marzo del 69, llegó la tercera misión espacial tripulada, el Apolo 9 primer vuelo con el módulo lunar, en el que sus tripulantes David Scott Rusty Schweickart y James McDivitt, probaron la nave en la órbita terrestre. Una combinación de las dos anteriores fue la misión Apolo 10 considerada el ensayo final del descenso a la Luna.
El verdadero éxito dependía de la misión definitiva, la Apolo 11, comandada por Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, que marcó un antes y un después en la carrera espacial. Aquí base de La Tranquilidad, el Águila ha aterrizado. Fueron las primeras palabras que dos ingenieros españoles, José Manuel Grande y Carlos González, escucharon, antes que en Houston. Fueron los primeros y operaban desde en el centro de comunicaciones español, el NASCOM, situado en Robledo de Chavela (Madrid) y desde la estación de Fresnedillas de la Oliva (Madrid), construida específicamente para el Programa Apolo.
Cuando yo daba mis primeros pasos, históricos para mí y para mis padres, alguien llamado Neil, muy lejos, a 384.000 kilómetros, daba un paso histórico para todos. El 20 de Julio del 69 Armstrong salió del módulo lunar Eagle dando aquel “pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad”, palabras que se rumorea que le inspiró el comic de Tintín “Aterrizaje en la luna” escrito 17 años antes por Hergué, concretamente en 1952.
Armstrong y Aldrin dejaron una bandera norteamericana en la superficie lunar y una placa que dice: “Hemos venido en son de paz representando a toda la humanidad”. No recuerdo nada porque no tenía aún ni un año, pero he visto las imágenes tantas veces que podría jurar que fui uno de los 700 millones de personas, el 20% de la población mundial, que estuvieron ese día pegados a la televisión con la boca abierta soñando con que todo era posible y que el hombre podía llegar donde quisiera. Las teorías conspiratorias sobre si fue o no un montaje televisivo de los norteamericanos se mantienen hasta nuestros días.
Los tripulantes de la siguiente misión, la Apolo 12, también lograron posarse sobre la superficie lunar. Sin embargo, un año después, en 1970, cuando yo empezaba con cierto miedo a explorar el mundo, las palabras “Houston, tenemos un problema” que enviaron desde el Apolo 13 demostraron que el éxito no estaba asegurado y que la exploración espacial estaba llena de obstáculos. Una explosión en el tanque de oxígeno líquido, impidió el alunizaje pero la tripulación, Jim Lovell, Jack Swipet y Fred Haise, regresó a salvo a la Tierra.
Tras algunas modificaciones en el sistema de alimentación eléctrica la misión Apolo 14 fue un éxito al igual que las siguientes, hasta la Apolo 17. .Asique, resumiendo, desde Julio de 1969 hasta diciembre de 1972, 6 misiones Apolo (alunizajes tripulados) y 18 astronautas viajaron a la Luna, 12 dejaron su huella en el suelo lunar pero 6 permanecieron en el módulo esperando. Cuando las misiones Apolo terminaron en 1972, la primera era de la exploración humana del Espacio acabó.
Tres naves Apolo más, fueron utilizadas un año después para enviar tripulaciones a la estación espacial Skylab.En 1975, cuando hice la Primera Comunión, Estados Unidos y la Unión Soviética comenzaron a colaborar en su primera misión conjunta Apolo-Soyuz, y, junto a otros 14 países comenzaron a trabajar juntos en la Estación Espacial Internacional (ISS) el mayor “satélite” artificial jamás construido.
Mi primera película en el cine fue La Guerra de las Galaxias, Starwars, en 1977 y pocos años después, en el 82, Steven Spielberg nos hizo creer a muchos niños que podríamos tener un amigo como ET y montarle en nuestra bicicleta. Los únicos extra terrestres vistos objetivamente a dia de hoy son los astronautas que, desde 1998, viven por temporadas en la ISS.
De los 8000 millones de terrícolas que somos (en 2023), solo 566 personas han viajado al Espacio. Asique, de momento, el que yo, 53 años después de dar mi primer gran paso, acabe haciéndolo parece del todo improbable. El programa Artemisa de la NASA pretende volver a mandar astronautas a la Luna en 2025, esta vez una mujer entre los tripulantes, pero tengo seguro que no seré yo; mis únicos viajes interespaciales posibles serán, en todo caso, esos de los que hablaba Mecano en su Barco a Venus.
Sí, tengo asumido que no pisaré la Luna ni viajaré a Venus en un barco, pero no me importa porque, como decía Daniela Romo: “Yo no te pido la luna” pero, eso sí, seguiré esperando que otros puedan llegar algún día hasta el infinito y más allá, como decía Buzz Lightyear, alimentando así los sueños de otros niños.
Publicada el 13/03/23
Eva Veneros Hernández de la Torre.
Barajas. Navarredonda de Gredos,
Casa del Altozano. Base de Polaris
2 Comments
Me ha gustado mucho, es un artículo muy bueno.
Muchas gracias Fernando, me alegro que te haya gustado.