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De Garcilaso a Rubén Darío pasando por Lope de Vega, Unamuno y Delibes, los paisajes de Gredos, sus pueblos y sus gentes han servido de inspiración a poetas y escritores de todos los tiempos. Hemingway, Cela, Gabriel y Galán, Blas de Otero, Américo Castro , Anglada y Peter Handke, son solo algunos otros de los que sintieron en esta sierra “la llamada de las musas”.
¿Puede echar un ojo a los niños Don Miguel?, le preguntaba Loli, mi madre, a Miguel Delibes, sin saber entonces -años 70- que ese cliente habitual de su pequeño hotel familiar, en Barajas, Navarredonda de Gredos, a quien dejaba al cuidado de sus hijos era Miguel Delibes, el insigne escritor castellano, que durante años vino a pescar truchas a Gredos.
Lo que uno precisa, decía Delibes, no son tanto perdices y truchas como sol y aire puro, en una palabra: respirar. Y entre truchas y gargantas, pasó más de cinco horas don Miguel con el Tormes que, como otros ríos castellanos, sin duda le inspiraron Mis amigas las Truchas (1977), solo un ejemplo de una pluma mágica que con delicadeza y maestría supo plasmar como pocos el paisaje y paisanaje castellano.
Paisaje y paisanaje. Dos palabras ligadas a otro Miguel, de Unamuno, otro grande de las Letras, que decía que Dios tenía su trono en Gredos. No en vano se le considera “poeta mayor de Gredos”, por más que Julio Chamorro, el que fuera muchos años Guarda Mayor de Gredos, dijera de él en sus centenarias memorias: “Ahora no entiendo por qué tanto Unamuno y su relación con Gredos, si en realidad vino en un par de ocasiones. Le recuerdo como un hombre espigado, envuelto en su capa negra forrada de tafetán rojo, tan rojo que se quedó grabado en mis recuerdos.».
No sabemos con certeza cuántas veces estuvo Unamuno en Gredos, ni si había cierto resentimiento y simbolismo en ese “tan rojo”, de Julio Chamorro, pero miles de palabras avalan la huella dejada por esta sierra sobre la que el que fuera muchos años rector de la Universidad de Salamanca. Decía Don Miguel que Gredos le ponía el alma en mangas de camisa y para muestra varios “botones” en sus obras Por tierras de Portugal y España, y En Gredos:
(…)He estado hace pocos días en los altos de la Sierra de Gredos, espinazo de Castilla …Traigo el alma llena de la visión de las cimas de silencio y de paz y de olvido… ¡Qué silenciosa oración allá en la cumbre, al pie del Almanzor!.
(…)Gredos, que en la robusta primavera de mi vida llenó de mi alma el vaso con visiones de gloria, que hoy repaso…
(…)Aquí en el regazo de la Sierra, aquí, entre vosotros, aquí me siento yo!.
(…)Y luego en estas ascensiones a las cumbres, en estas escapadas por los campos, se desnuda uno del decorum de ese horrendo y estúpido decorum y se pone uno el alma en mangas de camisa.
(…)En aquellas cumbres no recibe uno preguntas, quejas, amonestaciones, reproches… ¡Qué lejos allí del buen señor que no quiere que le digan sino lo que él piensa!.
Y precisamente huyendo de esos buenos señores llegó exilado a Paris el bilbaino. Cuentan que cuando Blasco Ibáñez le preguntó si había visto algo más hermoso que los Campos Eliseos, Unamuno respondió con total aplomo: ¡Sí, Gredos!. Esa y otra anécdotas de su vida fueron recogidas en la magnífica biografía de Miguel Unamuno escrita por otro periodista y escritor, Manuel Villamor, que vivió más de 50 años en Barajas, Navarredonda de Gredos y hoy da nombre a la biblioteca del municipio.
También a fuerza de leer a Unamuno, su guía emocional, se desengañó del falangismo el autor del Cara al Sol. El poeta Dionisio Ridruejo quiso alejarse de todo y todos y se refugió en Hoyos del Espino en la primavera de 1942, en esta sierra que representaba para él la España con la que soñaba, pura y dura, como los riscos de sus cumbres.
El libro de poemas La soledad del tiempo, fue en parte escrito aquí, donde alcanzó la paz buscada dando largos paseos entre piornos en flor, a orillas del Tormes. «En el fresco pinar gana la tarde/ —la luz arriba— su sombrío peso/ y un seco olor, un húmedo descanso/ vagan conmigo ya sin pensamiento».
El Tormes, además de cuna del anónimo Lazarillo de Tormes fue también inspiración para otro grande de las letras, Garcilaso de la Vega que en boca del pastor Nemoroso lo describe así:
“En la ribera verde y deleitosa
del sacro Tormes, dulce y claro río,
hay una vega grande y espaciosa,
verde en medio del invierno frío,
en el otoño verde y primavera,
verde en la fuerza del ardiente estío”…
Y cuentan que otro clásico, Lope de Vega se inspiró para escribir su comedia La Serrana de la Vera, en la historia de una mujer que seducía y asesinaba a los hombres que osaban adentrarse en las estribaciones de la Sierra de Gredos.
Pero si de poetas y Gredos hablamos, no puedo demorarme más sin citar al Príncipe de las Letras Castellanas, Ruben Darío, que llegó a Gredos en burro, en 1897, concretamente a Navalsauz, donde se guardaron en un baúl durante 40 años sus archivos. El gran poeta nicaragüense vino por amor, el de Francisca Sánchez, conocida en los círculos literarios como la princesa Paca. El precursor del modernismo recorrió a lomos del jumento este árido paisaje castellano de granito y piornos, salpicado de campos de trigo y de cebada, y lo describe así:
(…) ¡Bello día en el fragante y bondadoso campo! Sale un claro sol, comienzan a verse las ovejas, … Y mi burrito sigue impertérrito, en tanto que me llegan de repente soplos de los bosques, olientes a la hoja del pino. … si hubiese tenido un libro de notas a la mano, en esa mañana deliciosa habría escrito, sin apearme de mi simpático animal: “Hoy he visto, bajo el mas puro azul del cielo, pasar algo de la dicha que Dios ha encerrado en el misterio de la naturaleza” …
El Tormes y la pesca de sus truchas además de los toros y las cigüeñas, fueron los tesoros descubiertos por el Nobel de Literatura Ernest Hemingway durante los dos meses de primavera que pasó en El Barco de Ávila en 1931. El escritor estaba entonces documentándose para escribir ‘Muerte en la tarde’ y en el capítulo XX de esa novela, publicada en 1932, el novelista norteamericano habla de:
…“ las calles recién regadas al sol, y los melones y las gotas de sudor frías de los ‘barros’ de cerveza, y las cigüeñas, en las casas de Barco de Ávila y esas mismas cigüeñas, girando en el cielo, el color de arcilla roja de la plaza …”, en referencia a la tierra arcillosa del albero de la plaza de toros de este municipio, conocida como ‘la Dama taurina del Tormes’.
De Barco de Ávila era también natural el soldado republicano Anselmo, uno de los personajes de ¿Por quíén doblan las campanas?, novela de Hemingway ambientada en la guerra civil española. En ella el autor norteamericano hace alusión a otra curiosidad relacionada con Gredos, la garra de oso, de más de 400 años de antigüedad, que está clavada en la puerta de la iglesia de San Juan Bautista, en Navacepeda de Tormes.
(…)—En la puerta de la iglesia de mi pueblo había una pata de oso que maté yo en primavera —prosiguió Anselmo—. Lo encontré en un monte, entre la nieve, dando vueltas a un leño con esa misma pata..
Y Barco de Ávila debió dejar huella en Hemingway porque en una lista,enviada por carta, sobre los 12 lugares que marcaron su vida decía: “Procedo de El Barco de Ávila, Cooke City, Montana, Oak Park, Illinois, Key West, Florida, Finca Vigía, Cuba, el Véneto, Mantua, Madrid…”.
Muy cerca, en la vecina Piedrahita, otro poeta fue maestro entre 1892 y 1898 , José María Gabriel y Galán, que pese a no citar expresamente a Gredos en su obra recrea su paisaje y habla continuamente de las gentes que pueblan ese rincón de Castilla pegado a Extremadura.
También Piedrahita fue la cuna inspiradora de otro gran poeta, José Somoza, que en 1834 en su Oda a la Laguna Grande la describe así:
“Aquí fue donde por primera vez en nuestra vida formamos idea de lo verdaderamente sublime, llenándose nuestra alma de aquel pavor que siempre inspira lo maravilloso. Veíamos masas compactas y tales que sin su presencia la imaginación no podía concebir… sola la divinidad con su incomprensible omnipotencia podía presentarnos espectáculo tan grandioso, ante el que se anonada la arrogancia del hombre átomo”.15
El poeta Miguel Alonso Calvo, conocido como Ramón de Garciasol , dice en Poemas de andar España, (1962):
Es el azul glorioso.
Al fondo, Gredos levanta la cabeza
y le da altura,
y pacifica el verbo,
y da mesura cumplida al corazón.
El premio Nobel de Literatura 1989, Camilo José Cela, escribió en 1956 Judíos, moros y cristianos, en el que camina, pluma en mano, por Ávila y Segovia y dice: “A la laguna de Gredos, que es un poco el corazón de la sierra, se puede ir, como a Roma, por cualquier lado; todo es cuestión de la dureza de las piernas de cada cual, de su paciencia, de su habilidad y de las ganas que guarde y se quiera gastar para tomarse las fatigas con cierta resignación y con tanto espíritu como calma”.
Y otro Nobel de Literatura más cercano, Peter Handke, apasionado de España y especialmente de Gredos, hace alusión a esta sierra inspiradora en La pérdida de la imagen o por la sierra de Gredos, 2019, novela por la que el austriaco obtuvo un premio que compartió con varios traductores en el Parador de Gredos.
Sandra Barneda, finalista a otro premio de prestigio, el premio Planeta, también se ha inspirado en Gredos, especialmente en la zona de Candeleda, para escribir su novela Un océano para llegar a tí. Y es facil reconocer paisaje y paisanaje de Gredos en Los ojos cerrados y Humo de Edurne Portela y José Ovejero respectivamente, pues los novelistas viven en un pueblo de esta sierra desde hace años.
El poeta portugués Orlando Ribeiro habla así de esta sierra:
Gredos, montaña sagrada
que se toca de la pureza blanca de la nieve
para guardar su corazón de piedra berroqueña
eterno como la fuerza del espíritu
que desafia el tiempo y cambia los destinos.
Para el historiador Américo Castro:
“En Gredos todo es grande
todo es gloria, azul,
viento, nieve; admiración,
apoteosis…”
Y Blas de Otero define así Gredos:
Lágrimas
de piedra, ardiendo
en la cara
del cielo.
Luis López Anglada, Premio Nacional de Literatura escribió este emocionante “Soneto de amor en Gredos”:
Amarte en Gredos, en la roca, es darte
razón de eternidad. La Tierra ama
como mi corazón y, roca o llama,
en fuego acabaré de eternizarte.
La soledad y tú me dais la parte
que el alma necesita. El tiempo llama
con más fuerza y, cada vez, reclama
lo que doy por salvarme y por salvarte.
Amarte aquí, en la inmovil serranía
donde el mundo se acaba y todavía
no pisó el hombre, es redimir la tierra.
Es coronar el tiempo de futuro
y hacer de luz y fuego el trozo oscuro
de soledad que somos yo y la sierra.
Si te has quedado con ganas de más te recomiento el libro de Modesto González Lucas, “Poetas en la Sierra de Gredos. El paisaje en su mirada“, una completa e interesante recopilación de distintos escritores, desde clásicos a autores menores, que a lo largo de la historia de la literatura se inspiraron en Gredos. El libro, editado por Círculo Rojo, se puede encontrar en la librería de Barco de Ávila, Resflo. Y es que además de estos grandes autores esta sierra ha inspirado a otros tantos poetas y escritores llamados menores y a otros muchos que nunca saldremos en los libros de literatura, gente anónima a la que, como decía Unamuno, Gredos les pone el alma en mangas de camisa.
SALVA VIDAS
Enero se marcha con desgana
febrero avanza ceniciento
Pero no espero, casi ni cuento.
Herida por la indiferencia de tu hueco
me levanto sin ritmo ni lamento
Ya no te espero, casi ni anhelo.
Los días se suceden machacones
las noches se amontonan, victoriosas,
pero no sumo, casi ni duermo.
El mundo se ha parado, y no me gusta
anhelo la alegría, el movimiento…
Ya no me importa, ya ni me inquieto
Exijo la emoción de un simple encuentro
la quimera de un amor acaso cierto
pero no espero, casi ni sueño.
La vida se abre paso con desgana, sin pulso, sin aliento
contagiándome su gélido lamento
Ya no espero, casi ni siento.
El día arranca perezoso
abriéndose un hueco entre bostezos
Pero el reflejo de su luz no busco, casi ni quiero.
Y entonces sucede.
Traspasando cristales y tejados
el Sol se abre paso a dentelladas
vertical y valiente entre tus picos
reinventando colores ya inventados.
¡y vuelvo a emocionarme!.
Luego espero.
. Escrito durante la pandemia por Eva Veneros. 1 de febrero 2021.
Este artículo fue escrito en 2021, en el centenario del nacimiento de Miguel Delibes, y está dedicado a él, porque aunque yo era muy pequeña recuerdo la calidez de ese hombre tranquilo, que siempre ocupaba en el comedor la mesa 6 y a veces nos “echaba un ojo”.
-
Eva Veneros Hernández de la Torre.
Barajas. Navarredonda de Gredos,
Casa del Altozano. Base de Polaris
5 Comments
Eva, muchas gracias por este interesante artículo que refleja el gran efecto inspirador de nuestro paisaje en el sensible espíritu de nuestros escritores.
Gracias Aurora, me alegro que te haya gustado.
Me gusta tanta y tan buena cita literaria.
Te falta Bartolomé Soler y su novela Patapalo… Te la recomiendo para que completes tu bibliografía
Me alegro que te haya gustado, y buscaré Patapalo. Gracias
Gracias por esta publicacion, para mi ha sido muy reconfortante desde la lejania poder recordar podos esos paisajes que tantas veces pude disfrutar.