San Patricio en Gredos
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marzo 26, 2019Rubén Darío llegó en burro a Navalsauz un sábado 6 de octubre de 1897. El gran poeta nicaraguense venía para “pedir la mano” de Francisca Sánchez del Pozo, Paca, una humilde vecina de este pueblo de la sierra de Gredos, que fue el gran amor del ya entonces conocido como Príncipe de las Letras Castellanas.
Los grandes intelectuales de la época, con los que Francisca compartió mantel y amistad, la bautizaron cariñosamente con el nombre de “Princesa Paca”. Su historia ya ha sido escrita por su nieta, la periodista Rosa Villacastín, por lo que este artículo incide sobre todo en lo que el poeta dijo de Gredos. Porque Rubén Darío estuvo aquí y eso en sí ya es una historia con mayúscula.
Aunque el poeta vino a Navalsauz solo en una ocasión, una parte de él permaneció mucho tiempo en Gredos. Cartas, libros y objetos personales del iniciador del Modernismo estuvieron guardados durante 40 años en un baúl azul en la casa familiar de Paca, según reza un cartel sobre el dintel de la puerta. Una razón más, además de su paisaje singular y el original campanario de la iglesia, para visitar este pueblo que inspiró a un “Príncipe” y vio nacer a una “Princesa”.
Pero, ¿Cómo llegó Paca, una mujer analfabeta de origen humilde, a codearse con Unamuno, Juan Ramón Jiménez, Emilia Pardo Bazán y Azorín ? ¿Por qué entre sus amigos íntimos se contaban Valle Inclán, Amado Nervo y los hermanos Machado, entre otros muchos intelectuales de su época?, ¿cómo pudo una campesina de un pueblo de Ávila vivir la Bohemia de París, cuna del arte y la poesía, y conocer al propio Degás, quien quiso pintarla?. Fue, ni más ni menos, que dejándose llevar por el amor de Rubén Darío y siendo suficientemente valiente como para superar las muchas barreras familiares, sociales y culturales que los separaban.
Todo empezó porque Celestino Sánchez, padre de Paca, logró, gracias a la recomendación del político Francisco Silvela, un puesto como jardinero del rey Alfonso XIII. Se trasladó con su familia a una pequeña casita para trabajadores de los jardines reales de la Casa de Campo de Madrid, entonces reservados a los reyes y su corte, y allí fue donde, contra todo pronóstico, se conocieron y enamoraron Rubén y Francisca.
Juntos vivieron durante 15 años una intensa historia de amor que se enfrentó a todo tipo de convencionalismos y dificultades, como la muerte de dos de sus tres hijos, uno de ellos supuestamente enterrado en Navalsauz. Él la enseño a leer y la hizo partícipe de su mundo íntimo y literario viviendo juntos en Madrid, Barcelona, París, Andalucía y Palma de Mallorca. Aunque nunca pudieron casarse pues él no logró el divorcio de su mujer legal, Rosario Murillo, el gran amor del poeta y su musa fue Francisca.
Ajena al dolor y al sentir
artero,
llena de la ilusión que da la fe,
lazarillo de Dios en mi
sendero,
Francisca Sánchez,
acompañamé…
En mi pensar de duelo y de
martirio
casi inconsciente me pusiste
miel,
multiplicaste pétalos de lirio
y refrescaste la hoja de laurel.
Ser cuidadosa del dolor
supiste
y elevarte al amor sin
comprender;
enciendes luz en las horas del
triste,
pones pasión donde no puede
haber.
Seguramente Dios te ha
conducido
para regar el árbol de mi fe,
hacia la fuente de noche y de
olvido,
Francisca Sánchez,
acompañamé.
Rubén Darío.
Todos los detalles de esta historia ya se han contado, lo hizo Rosa Villacastín, en el libro “ La Princesa Paca. La gran pasión de Rubén Darío” escrito junto a Manuel Francisco Reina. La novela aporta documentos inéditos, fotografías, datos insólitos y pasajes entrañables y brillantes pero, en mi humilde opinión, la historia es tan interesante en sí misma que no necesitaba novelarse.
Los diálogos inventados (bastante ñoños por cierto); las reiteraciones innecesarias de las circunstancias (como si hiciera falta rellenar páginas), y los sentimientos inventados y transmitidos con poca habilidad, en lugar de sumar, restan.
No se entiende muy bien por qué se ha optado por añadir ficción rosa a una historia real y extraordinaria, ficción que lo único que hace es dañar su credibilidad por mucho que incluya, al final del libro, una bibliografía sorprendentemente larga e innecesaria, a mi parecer.
La historia de amor entre Rubén y Francisca también ha sido llevada al cine. “La Princesa Paca”, ha sido dirigida por Joaquín Llamas y protagonizada por Irene Escolar y Daniel Holguín:
Y por eso, porque la historia ya ha sido escrita, y contada muchas veces, mi modesta aportación será casi únicamente reproducir lo que el poeta dijo de Gredos, porque Rubén Darío estuvo en Gredos, y eso en sí ya es una historia extraordinaria.
Cuentan que se tomó un carajillo en la estación de Ávila mientras esperaba a Celestino Sánchez y a dos de sus hijos, padre y hermanos de Francisca Sánchez, quienes le acompañaron en burro hasta Navalsauz, a 54 kilómetros de la ciudad. Tuvieron que hacer noche en una Venta donde cenaron cabrito regado con vino de bota y durmieron, sobre heno, entre serranos, zagales y sus bestias, circunstancia que narra el poeta del siguiente modo:
Un hombre del campo me invito hace pocos días a ver la fiesta de su aldea, en tierra de Ávila. (…) Una buena mañana tome el tren para Ávila, en cuya estación me esperaba mi invitante, en compañía de dos hijos suyos, robustos mocetones que tenían preparadas las caballerías consiguientes. (…) En el tiempo del viaje, se encuentran a un lado de la carretera mesones o ventas harto pobres, que nada tienen que ver con los caserones que en la árida Castilla se le antojaban castillos a Don Quijote.
En una hubimos de pernoctar. Mi amigo grita con una gran voz: “¿Hay posada?”. “Si, señor; pasen ustedes”. Y de la casa maltrecha sale la figura gordinflona del ventero. Mientras los mocetones llevan los burros al pienso, heme allí conducido a la cocina, donde una gran lumbre calienta olorosas sartenes, y conversan en corro otros viajeros, todos de las aldeas próximas, de higiene bastante limitada, pero gentes de buen humor que charlan y se pasan de cuando en cuando una bota. Entre yo también al corro y de la bota guste. … La cena estuvo suculenta y luego fue el pensar en dormir. ¿Camas? Ni soñarlo. Cada cual duerme en los aparejos y recados; quien en la cocina, para no perder lo sabroso del calor; quien en la cuadra. Yo prefiero la vecindad de la lumbre y entro en esa escena de campamento. Por otra parte, no me es posible dormir. Esos benditos de Dios roncan con una potencia abrumadora.
Rubén Darío cabalgó a lomos del jumento por este árido paisaje castellano de granito y piornos, salpicados de campos de trigo y de cebada, y lo describe así:
(…) ¡Bello día en el fragante y bondadoso campo! Sale un claro sol, comienzan a verse las ovejas, … Y mi burrito sigue impertérrito, en tanto que me llegan de repente soplos de los bosques, olientes a la hoja del pino. … si hubiese tenido un libro de notas a la mano, en esa mañana deliciosa habría escrito, sin apearme de mi simpático animal: “Hoy he visto, bajo el mas puro azul del cielo , pasar algo de la dicha que Dios ha encerrado en el misterio de la naturaleza” …
El domingo 7 de octubre de 1897 Darío, ataviado como un príncipe con un magnífico traje,con forro de seda roja en la chaqueta, llegó al pueblecito abulense, que ese día celebraba la romería de la Virgen del Rosario. En el siguiente texto describe con detalle la celebración de la romería y las costumbres del pueblo que ese día esperaba con expectación la llegada del “principe” que venía a pedir la mano de la hija mayor de Celestino y Juana.
(…) Seguimos la caminata todo el día hasta llegar a la posada de Santa Teresa, … El terreno cambia, se suceden las cuestas y honduras; y de pronto me indican lo que debo hacer. “Señorito, ¡a pata! Obedezco, y continuo el camino llevando el burro del ronzal, hasta llegar a Navazuelas, … Y diviso el pueblo: un montoncito de casucas entre peñascos con una alameda al lado de la puerta; … Estamos en el imperio de lo primitivo. Buen fuego, si, se me ofrece, y ricos chorizos y patatas, y sabroso vino. Duermo a maravilla. A la mañana siguiente, vivo en plena pastoral. Se me conduce aquí y allá, entre cabras y vacas y ovejas. Estoy en la pastoría. Después, a la iglesia, en donde las mozas están adornando a la Virgen. (…) El traje de la paleta es curioso y llamativo. Más de una vez lo habéis visto en las comedias y zarzuelas. Falda corta y ancha, de gran vuelo que deja ver casi siempre macizas y bien redondas pantorrillas; la media calceta es blanca y el zapato negro. En corpiños y faldas gritan los mas furiosos colores. Al cuello llevan un pañuelo, también de vivas tintas y flores, y otro en la cabeza, atado por las puntas … Le cuelgan de las orejas hasta los hombros enormes pendiente, y usan gargantillas y collares en gran profusión. El pelo va recogido en un moño de ancha trama y resalta sobre el moño la gran peineta que a veces es de proporciones colosales, …Generalmente no llevan sortijas en sus pobres manos oscuras, hechas a sacar patatas y cuidar ganados. Al entrar yo en la iglesia, las muchachas cantaban, adornando con gran muchedumbre de flores la imagen de la patrona, la Virgen del Rosario.
Después fueronse a casa de las mayordomos, al obligado convite; castañas, higos y vino. Por la noche, en medio de la cena, en la casa en que se me hospedaba, las mozas tiraron las cucharas de pronto y echaron a correr fuera. Era el tambor que sonaba a la entrada del lugar; venían de un pueblo vecino, y su son con el de la gaita haría danzar esa misma noche, en la plaza, a las alegres gentes. Luego pude observar algo de un fondo ciertamente pagano. Las mozas formaron un ramo de laurel, cubierto de frutas varias y dulces, para ser llevado a la iglesia al día siguiente. Mientras tanto, vi venir del campo a varios mozos con grandes ramas verdes que iban poniendo sobre los techos de ciertas casas. Se me explico que en donde había una muchacha soltera colocaba ramos su novio o su solicitante. Era extraño en verdad para mi ver al día siguiente coronadas de follaje casi todas las casitas del villorrio. Del pueblo vecino también llegó el señor cura, un cura joven, alegre y de buena pasta, … Al curita le fueron a buscar los varones, con el tambor a la cabeza del concurso, mientras el campanario llamaba a misa. Las mozas, vestidas de fiesta esperaban en el camposanto. El alcalde esta allí también, con su vara y sus calzones cortos y su ancho sombrero y su capa larga. Las mozas abren la puerta para que pasen el señor cura y la “justicia”, y detrás todos los hombres. La puerta vuelve a cerrarse, y ellas quedan fuera. Entonces, en coro, empezaron a cantar: …
(…) Por la tarde se reanuda el baile con la gaita y el tambor, en la pradera, donde se merienda gozosamente. Por la noche, baile y más baile. Por largo tiempo resonaran en mis oídos la aguda chirimía y el tan tan del tambor, ese tambor infatigable. Todavía hasta el chocolate cural, se pasa por la rifa del celebre ramo. Aún queda, el día que viene, tiempo para que sigan danzando mozos y mozas, en tanto que los viejos aldeanos vuelven al campo a su tarea de sacar patatas.
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Publicada el 22/03/19
Eva Veneros Hernández de la Torre.
Barajas. Navarredonda de Gredos,
Casa del Altozano. Base de Polaris